jueves, 15 de abril de 2010

Naipes originales

Tengo un recuerdo que cuenta muy por encima aquel cuento. No sé si fue el primero pero sí es el primero que recuerdo o al menos el primero que otra persona leyó. Recuerdo que iba de caníbales, de la familia y la culpa o la falta de culpa. Recuerdo retocarlo tres mil doscientas tres veces hasta que quedo algo cerca de lo mínimamente presentable. Creo que no lo acabé, lo abandoné. Peró quedó con planteamiento, nudo y desenlace. Ahora me costaría lo mismo acabar de desarrollar bien cada una de las partes. Aunque, en realidad, hoy ya no escribiría el mismo cuento, escribiría otro diferente, pero estaría y estoy hablando de lo mismo de lo que aquel hablaba.

Hoy lo escribiría más como con un hombre sentándose en una mesa, con mucha gente más sentada. Todos sonrientes, irritantemente sonrientes; sonrientes hasta la náusea y el asco. Un crupier sin personalidad repartiría las cartas a todos los jugadores. El hombre entraría en la partida con confianza. Pretendería aprender las reglas.

Voy a contarlo a partir de entonces:

El hombre quería saber las reglas. Eso condujo a un momento de esos en los que quienes saben las normas se pelean por explicárselas al nuevo. Todos contentos de poder dar una lección de experiencia. Y todos con sus jodidas sonrisas.

Al cabo de diez jugadas, el hombre, que en realidad era un chaval, empezó a ver como los demás jugadores intercambiaban cartas, marcaban otras y robaban habas a las otras parejas.

- Oye, ¿eso se puede hacer?
- ¿El qué?
- ¿Eso?
- No sé a qué te refieres.
- A que os paseis cartas.
- Ja ja ja ja.
- Ja ja ja ja ja.
- Jo jo jo.
- Ji ji.

Con sus jodidas sonrisas.

- Aquí nadie intercambia cartas.
- Bueno... -dijo el hombre-.

La partida siguió. Y a las diez jugadas de la reanudación. Alguien se sacó una carta de la solapa y cantó órdago.

- Me retiro -dijo el hombre-.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué?
- ¿Por qué?
- ¿Por qué te vas?
- ¡No te vayas! Nos caes muy bien...
- Que os den.