martes, 16 de septiembre de 2008

Pentotal

"La mentira es un ejercicio cerebral mucho más complejo que la verdad"
Wikipedia

Uno se levanta temprano (para mí, a estas alturas, temprano son las ocho) y lo hace todo de memoria. Tic tac, como un rejoj. Ducharse, lavarse los dientes, mirarse al espejo como si el del otro lado fuera un desconocido ("¿qué tal estas hoy?", "bien, creo que te están creciendo los colmillos, vampiro"), vestirse, café, azúcar, calzarse, morirse, luego resucitar, coger bolígrafo, ipod, llaves, puerta y adiós. Todo muy bonito, organizado y perfecto. Pero a veces es de recibo arriesgar.

Retrocedo a la enumeración e imaginad que mientras preparas el café cofundes el azúcar con pentotal sódico. La química al servicio del espectáculo. Todo el resto del día al servicio de la química. Veinticuatro horas de honestidad tóxica.

Me imagino como sería. En un mismo día lectivo le diría a ese que deje de decir estupideces, a esa que hable de una vez, a aquel que diga alguna estupidez de vez en cuando, a aquella que se peine, a uno que se despierte, a una que la odio, a una que la deseo, a otra que no la quiero ver más, a alguno que aprenda a encajar, a otro que no lo debería volver a hacer, a uno lo que no sabe, algunas buenas palabras, alguna amenaza, todo despropósito de sinceridad insaludable. Sería otro día de knock out con moratones para mirármelos en el espejo la mañana siguiente. Pero no, no vale la pena morir tan joven. Además es más divertido inmolarse en vida y no veo la necesidad de decir la verdad, tampoco hay tanta ni me importa tanto.

Coda: Mañana confudámonos de azúcar.

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