Después de entrar en el baño, el fugitivo, que padecía paranoia, se molestó un poquitín con los constructores que construyen los baños y hacen las ventanas tan pequeñas y tan poco apropiadas para escapar de las autoridades o de los asesinos en serie como Hannibal Lecter, que es poco probable que fuera el dueño de la silueta de la puerta de la taverna.
Así que le dió un subidón de autoestima y orgullo, desencajó su torax del hueco de la pared y volvió a su silla en la barra.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
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